Ante la llegada imminente del diluvio universal, Noé construyo el arca y decidió llevar una pareja de cada tipo de animal; como no sabía cuanto iba a durar el diluvio y los animales se iban a reproducir y sobrecargar el arca, Noé optó por quitarle el pene a todos los machos, los guardaría bien refrigerados y se los devolvería cuando termine el diluvio.
Y así todo ocurrió sin problemas de superoblación.
Terminó el diluvio, los animales se pararon fuera del arca y Noé iba sacando uno a uno los penes guardados.
- ¿De quien es este?, preguntó Noe
- Mío, respondió el león y se lo entregaron.
- ¿De quien es este?, preguntó nuevamente.
- Mío, dijo el gallo y se lo entregaron.
Y así fue sacando y entregando uno a uno a sus respectivos dueños, llegó el turno al pene del burro.
- ¿De quien es esto? Preguntó Noé, colgando la enorme pieza.
- ¡Dile que es tuyo, dile que es tuyo! Susurró la monita al mono.