Un trabajador del cementerio notó esta extraña situación y un día se acercó a ella:
- Perdone señora, dijo el trabajador, he observado que cada vez que viene usted a visitar la tumba de su esposo, al retirarse lo hace siempre caminando de espaldas, ¿Es porque quiere mirar la tumba de su difunto esposo mientras se aleja?
- No, cuando mi esposo vivía siempre elogiaba mi cuerpo y me decía que tenía yo un trasero fenomenal y que podría levantar a un muerto, yo quiero dejarlo en paz ¡Y no quiero que se levante!