Él esta tumbado, medio tirado en el sillón. La camiseta sin mangas, deja notar una enorme barriga cervecera. Con los pantaloncitos cortos y las patas de gallo, sus peludas piernas descansan sobre el cojín del suelo. La barba no afeitada del fin de semana, el brillo del sudor en su cara y el poco pelo que le queda despeinado, terminan de describir la "fina" estampa.
En la mano, una cerveza. En la otra, el control del televisor. En la mesa, dos latas de cerveza ya vacías, el cenicero lleno y un plato con cáscaras de cacahuetes. El cigarrillo, colgando de la comisura de la boca.