Un joven cura tiene el encargo de ir a pueblo vecino a comprar provisiones para el monasterio.
De regreso divisa a una monja al lado de la carretera y detiene el jeep.
- ¿Donde va hermana? ¿Puedo llevarla?
- Gracias padre, voy a la plaza que está cerca del monasterio.
Durante el viaje el viento abre ligeramente el hábito de la monja y deja traslucir unos hermosos muslos.
El curita no podía quitar los ojos de las piernas de la monja y al cabo de unos minutos se deja llevar por la tentación y le toca las piernas.
- Padre! Dice la monjita, acuérdese del salmo 444!
- Perdone hermana, me dejé llevar por el demonio, dice el curita.
Al cabo de diez minutos, el curita no podía más y vuelve a tocar las piernas de la monja.
- Padre! Dice la monjita, acuérdese del salmo 444!
- Perdone hermana, me dejé llevar por la tentación.
Transcurren cinco minutos más y otra vez toca las piernas de la monja.
- Padre! Dice la monjita, ye le he dicho que se acuerde del salmo 444!
- Perdone hermana, es la tentación de la carne.
Al fin llegan a la plaza, la monjita baja del jeep y se aleja. El curita acelera cuanto puede, llega al monasterio, desciende a los sótanos y abre el libro de las escrituras…
“Salmo 444: Persiste hijo mío y se te abrirán las puertas”