Un taxista recoge a una monja, ella entra al taxi y se da cuenta que el taxista, quien era muy atractivo, no dejaba de mirarla por el espejo retrovisor.
- ¿Porqué me miras tanto? Pregunta la monja
- Es que quiero hacerle una pregunta pero no deseo ofenderla.
- Hijo mío, responde la monja, no te preocupes que no puedes ofenderme, cuando se tiene mi edad y llevas el hábito de monja tanto tiempo como yo, has visto y oído de todo y estoy segura que nada de lo que digas o hagas me ofenderá.
- Es que siempre he soñado con que me bese una monja
- Veamos, responde la monja, tú tienes que ser soltero y católico de lo contrario no lo haría.
- Si, si, soy soltero y católico, responde el taxista entusiasmado.
- Bueno hijo mío, entonces detén, el auto en aquella calle.
La monja cumple con su deseo y le da un super beso que haría sonrojarse a una prostituta.
Cuando continúan su marcha la monja nota que el taxista está llorando.
- Qué pasa hijo, ¿por qué lloras?
- Perdóneme madre porque he pecado, le he mentido y debo confesar que soy judío y además casado.
- Está bien, no te preocupes, al fin y al cabo mi nombre es Juan y me voy a una fiesta de disfraces.