Un anciano va de camino a su casa y pasa frente a la puerta de un burdel.
Una prostituta que estaba en la puerta le grita:
- ¡Oiga abuelo! ¿No se anima a echar un polvito?
- No gracias, ya no puedo
- ¡Vamos abuelo, una probadita!
- No gracias, ya dije que no puedo
- ¡Venga, venga, para que recuerde su juventud, yo seré paciente con usted!
Finalmente el anciano acepta, entran y para sorpresa de la prostituta se porta como un joven de 25 años y se manda cinco polvos sin parar
La prostituta más que sorprendida le dice:
- ¡Caramba abuelo, y usted dijo que ya no podía!
- NO, NO, echarme un polvo si puedo, ¡Lo que no puedo es pagar!