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sábado, 28 de mayo de 2011

De Familias (El novio)

Un muchacho tocó a la puerta de la casa de su novia. Tuvo el tino de abrir el padre de la muchacha.

  • ¿Qué desea, joven?


  • Pues, verá.... vengo a hablar con usted.

  • Bueno, pues, pase joven, vayamos a la sala y ahí me cuenta de qué quiere hablar conmigo.

¿Y bien?



El joven, todo decisión, respondió:

  • Mire usted, vengo a comunicarle que a su hija y a mí nos gustaría compartir nuestras vidas, nos queremos casar.

El señor sonrió.


  • Pues está muy bien eso de que se casen, pero cuénteme, muchacho, ¿ya cuenta con un salario digno para poder sustentar a mi hija y los hijos que vengan?

El joven, con todo el aplomo del mundo, contestó:

  • Mire, aunque soy Ingeniero titulado, no gano mucho. Sin embargo, su hija me ha comunicado lo que ganan su distinguida esposa y usted. Por lo cual, confío en tener una pequeña ayuda de ustedes para poder pagar el teléfono, el agua, la luz y el supermercado.

Un poco sorprendido por la respuesta, el padre, hizo otra pregunta:

  • Bueno, ¿y piensan comprar un apartamento o una casa? ¿O prefieren alquilar?...

El jóven, con mirada inocente, contestó:

  • Si antes le pedí una pequeña ayuda para poder ir viviendo, hemos pensado que, como esta casa es muy grande y pueden vivir perfectamente dos matrimonios, no es necesario comprar o alquilar un apartamento o una casa. Deseamos vivir en esta casa con ustedes.

El señor, desconcertado por la actitud del muchacho, continuó con el interrogatorio:

  • Dígame algo, ¿tiene automóvil?

El jóven, sonriendo, respondió:

  • Mire, no tengo coche porque he estado pensando que si usted tiene tres, para qué vamos a comprar uno más. Usted nos deja el que les sobra y así no es necesario adquirir otro.

En ese instante, entró en la sala la madre de la novia, quien, mirando primero al joven y luego a su esposo, preguntó cordialmente:

  • ¿Se puede saber de qué hablan?

El esposo respondió:

  • Querida mía, qué bueno que llegas, quiero presentarte al Señor Árbitro, quien pretende ser el futuro marido de nuestra hija...

El joven, desconcertado y molesto, inquirió:

  • Oiga, ¿por qué me llama Señor Árbitro?

A lo que el presunto suegro reviró:

  • Y bueno, ¿cómo demonios quieres que te llame si hasta ahora lo único que vas a poner en esta casa es el pito?
Gracias a Paul