- Quisiera un poco de cianuro, por favor
- ¿Para qué demonios necesita usted el cianuro?
- Lo necesito para envenenar a mi marido
- ¡Pero por Dios santo! no puedo venderle cianuro para envenenar a su marido, eso es contra la ley humana y la divina me quitarían mi cédula de farmacéutico y nos meterían a ambos a la cárcel, ¡absolutamente NO!, no voy a venderle cianuro".
La señora entonces muy relajada y tranquila abrió su bolsa y sacó de ella unas fotos de su marido con la esposa del boticario haciendo el amor en la alcoba de un motel.
El boticario miró una de las fotos y respondió:
¡Ah, bueno.. con receta sí!
Gracias a César