Una gran ola, cubre
parte de la playa y se lleva a un chico que estaba allí, jugando con su
palita y su balde, moviendo arena.
Su padre Samuel,
desesperado, deja de jugar Burako y corre hacia la orilla, mira al cielo y se
dirige directamente a Dios:
- Dios mío... soy yo, Samuel, no puedes hacerme esto a mí... no puedes llevarte al niño... yo siempre he sido un buen judío, observante, ayuno, cumplo todo lo que dice la religión, al pie de la letra, no puedes hacerme esto Dios... ¡Te pido por favor !.... voy a Hebraica y a Macabi, colaboro con la comunidad... ¡Por favor !....devuélveme a mi hijo... tráelo de nuevo junto a mi...
En ese momento, un rayo rompe el cielo sobre el mar, un estruendo silencia a los veraneantes... sin duda, es una señal de Dios para Samuel... una nueva ola llega desde el mar... y regresa al niño y su palita a la orilla...
Samuel
es testigo del milagro, su amado hijo ha vuelto...
Entonces, con
lágrimas en los ojos, vuelve a mirar al cielo a comunicarse con el
Supremo y le pregunta:
- ... ¿Y el balde?