Un barco naufraga en alta mar tras una feroz tormenta, quedan tres sobrevivientes que son lanzados por las olas a una isla.
Un hombre, una oveja y un perro ovejero.
El hombre exploró la isla y descubrió que era una pequeña isla desierta en el medio de nada.
Después de un tiempo el hombre tomó la costumbre de conversar con los animales y cada tarde se sentaban a la orilla del mar a observar la puesta del sol.
Una tarde en particular, el cielo deslumbraba con un color rojizo hermoso, el sol poniéndose en el horizonte, la brisa fresca y suave - un atardecer perfecto para un romance -
Mientras los tres estaban sentados, la oveja empezó a parecerle muy atractiva, se recostó sobre ella y puso su brazo alrededor de su cuello.
El perro ovejero, buen cuidador, empezó a ladrar y gruñir hasta que el hombre la soltó.
Y así transcurrieron varios meses observando con nostalgia cada atardecer y la oveja era cada vez más y más atractiva.
Un buen día otro barco naufraga y se salva una hermosa joven, el hombre la ayudó a salir a tierra y al atardecer la llevó al ritual diario de observar el atardecer.
El hombre se puso muy romántico otra vez ante tal belleza natural y le dijo:
- ¿Sabes? He estado aquí, solo, por varios meses y tengo una urgencia natural, tu me entiendes, ¿Verdad?
- Si, dijo la chica un poco sonrojada y coquetona, ¿Quieres que te ayude? ¡Pídeme lo que quieras!
- Por favor, ¡Llévate al perro ovejero!