Viajaban hacia la capital tres monjitas en un avión, todas ellas provenían de pueblos diferentes y dos de ellas iban conversando acerca de las bondades y curiosidades de sus respectivos pueblos.
La tercera monja era sorda y se limitaba a mirar a las otras dos gesticulando pues no escuchaba nada.
- En mi pueblo tenemos unas naranjas así de grandes, dijo la primera . Y acompañó sus palabras con un gesto de las manos indicando el tamaño de las naranjas
- Pues en mi pueblo tenemos unos plátanos así de largos, respondió la segunda . E hizo el gesto con los dedos indicando la longitud de los plátanos.
Y la monja que era sorda, dijo:
- ¡HERMANAS más respeto, ya sé de que hablan ! ¡De los cojones del padre Anselmo!