Una hermosa noche
de primavera, Romeo y Julieta, desafiando la prohibición de
sus familias, estaban amorosamente reunidos en el jardín
posterior de la casa de Julieta:
- Oh, Romeo, Romeo, ¿En esta noche estrellada, bajo la luz de la luna y acariciados con el cantar de las aves, deseo tomar tu miembro para acariciarlo ardientemente y, así, darte el placer de los dioses que sólo mis manos pueden brindar?
- De ninguna manera, adorada mía. ¿Cómo he de permitir que uses esas manos tan lindas y puras para hacer algo así?
- Romeo, amor mío, entonces ya que no quieres que tome tu varonil apéndice con mis manos, colócalo entre mis senos o entre mis piernas y así podré hacerte sentir el goce y la maravilla que puede darte mi cuerpo encendido de amor.
- De ninguna manera, mi adorada y única Julieta. ¿Cómo podría vivir sabiendo que partes tan blancas, puras, sin manchas y privadas de tu cuerpo sean tocadas por un trozo tan impuro de mi cuerpo?
- ¡Ah, amado mío!. ¿Y si introduces ese grande, grueso viril trozo de tu carne en mi boca para darme el gusto de provocarte un enorme e inigualable placer?
- ¡Nooo, nunca, jamás! No podría vivir de sólo pensar que mi miembro pudo deslizarse por esos labios sensuales para tocar las profundidades de esa boca tan hermosa y pura, de la que sólo salen delicadas palabras de amor y pureza.
- Tienes toda la razón, Romeo de mis amores. Vamos a pensar en cualquier otra cosa, pero por favor ¡¡ Sacádmela del culo que ya no aguanto más...!!