Después de un fin de semana en un campamento la hija quinceañera regresa a casa.
Tenía la cara radiante de felicidad.
Una sonrisa, de oreja a oreja, que no se la borraban ni con cirugía plástica.
Cantaba, saltaba y bailaba derrochando alegría.
La madre preocupada le pregunta:
- ¿Cómo te fue en el campamento?
- Ay mami, ¡Me acosté con mi novio! ¡Ya no soy virgen!
- Mira hijita, dice la madre, ve a la cocina, toma un limón verde y chúpalo
- ¿Y eso me devolverá la virginidad?
- ¡NO, pero al menos te borrará esa sonrisa de puta satisfecha que tienes!