El Obispo de una remota región recibe el encargo de ir a visitar a un cura ermitaño que vivía aislado del mundo un la parte más inóspita de la región.
Después de cabalgar varios días y luego caminar durante una semana llega a la inóspita región.
El cura local daba el aspecto de un cavernícola, con la barba crecida de muchos meses, al hábito raído y viviendo en una cabaña de paja.
- ¡Padre Francisco! Exclama el Obispo al verlo, ¡Su Fé no tiene límites! ¿Cómo hace para vivir en aislamiento tantos años?
- ¡Ah Monseñor, acá pues con mi soledad y mi rosario me paso los días!
- ¡Es increible su fuerza Padre Francisco! ¿No tendría un poco de agua que estoy muy sediento?
- Le puedo ofrecer un café y pastelitos
- ¡Si claro, me sorprende Padre!
Y el curita ermitaño grita
- ¡Soledad! ¡Rosario! ¡Sírvanle un café y pastelitos al Obispo!